domingo, 13 de julio de 2008

EL ROMANTICISMO EN LAS ARTE



El término romántico se aplica con sentido descriptivo a un cierto tipo de arte, literatura y música, principalmente de principio del siglo XIX, que comparte una serie de características: individualismo, emoción abierta, dramatismo y afinidad con la naturaleza. El poeta Baudelaire lo define como “... intimidad, espiritualidad, color, aspiración hacia el infinito, expresados por todos los medios que permite el arte”. En ese sentido se le suele compara con su término opuesto, ‘clasicismo’, que por lo general se suele referir, en este contexto, a la tradición ‘académica’. Durante el siglo XVIII, la tendencia denominada ‘neoclasicismo’ se planteó, como es sabido, como una recuperación (revival) de los valores clásicos de las artes plásticas y de la arquitectura. Ese concepto implicaba tanto al arte de la Antigüedad Clásica, especialmente su escultura y su arquitectura, como a los artistas de los siglos XVI y XVII que se habían inspirado en aquellos modelos. De todas formas, la diferencia entre ‘clasicismo’ y ‘romanticismo en el arte no queda en absoluto clara, teniendo en cuenta que algunos artistas considerados propiamente ‘románticos’ como Constable o Turner, se inspiraban a su vez declaradamente en modelos clásicos.

CLAUDE GELÉE: El embarque de la reina de Saba

Un ejemplo muy ilustrativo de esto es el cuadro del pintor romántico inglés Turner titulado ‘Dido construyendo Cartago’ (1815), directamente emparentado con ‘El embarque de la Reina de Saba’ (1648) [véase], del artista barroco francés Claude ; el propio Turner exigió que ambos cuadros fuesen exhibidos juntos en la National Gallery de Londres. En la obra del francés nos encontramos con una composición rigurosamente organizada, ‘clásica’ ; hay una perspectiva simple con un único punto de fuga. El lienzo está dividido en cinco partes, formando una trama en la que se distribuyen tanto las arquitecturas como el horizonte. A Turner, por el contrario, como buen ‘romántico’, no le preocupa tanto la exactitud de las proporciones ; en si cuadro los puntos de fuga son múltiples, y la artificiosa utilización de la luz consigue transmitir la sensación de un ambiente opresivo y humano al mismo tiempo, cosa que no ocurre en el lienzo de Claude, ni tampoco se pretende.

Por otro lado, resulta prácticamente imposible delimitar el momento exacto en que acaba el ‘neoclasicismo’ y da comienzo el ‘romanticismo’, y hay autores (Goya, Beethoven, Schubert, Boullée, Blake, etc.) que fácilmente podrían adscribirse a ambos períodos de manera indistinta. En este sentido, Robert Rosenblum opta por subdividir el período ‘neoclásico’ en varias tendencias artísticas en función de las temáticas que se pueden observar en cuadros y esculturas:

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